Ventana a la verdad

Por Janis El-Bira
Versión en español por Margarita Borja

Heidelberg, 15 de febrero de 2017. Vamos por el cuarto día del Festival y los ojos del público no hispanohablante siguen clavados en el subtitulaje. Si juzgamos a partir de lo que hasta ahora se ha representado en ¡Adelante!, parecería que el teatro latinoamericano prioriza el tratamiento dialógico de los conflictos escénicos. Así que nuevamente vemos correr ante nuestros ojos masas de texto tan densas como las de ciertos periódicos locales, mientras la obra transcurre al margen de nuestro campo visual.

Aun así, la adaptación mexicana de “Antígona”, de David Gaitán, muestra más teatro y se atreve, más allá de la interminable palabrería, a jugar libremente con los medios estéticos. Lo notamos ya desde el inicio, en ese intercambio de cartas entre los hermanos guerreadores Eteocles y Polinices, en esas enormes alfombras que se estiran sobre el escenario y se elevan hacia las bambalinas. Quizá algo burdo visto desde la perspectiva de la economía de medios narrativos pero a fin de cuentas resulta un giro en el uso del espacio.

Un antecedente protohumanista

Lo que sigue es una extensa discusión (metódica por lo demás) donde Gaitán ha añadido un personaje: “la sabiduría” (interpretada por Ana Zavala) quien exige a los tebanos de una vez por todas empezar a escuchar los argumentos de los otros y dejar que todos tomen la palabra. El resultado no es, sin embargo, que el secretario de Creonte asuma el encargo de despachar el caso, tal como describió Friedrich Dürrenmatt alguna vez la impotencia de la tragedia en la modernidad.

Y aunque de modo ligeramente burocrático-didáctico, en la versión de Gaitán chocan las disímiles visiones e ideas que Antígona (Marianella Villa) y Creonte (Adrián Ladrón) tienen sobre el mundo. El conflicto generado por el entierro del “traidor”, Polinices, hermano de Antígona, se muestra en escena como el gran antecedente protohumanista. Sí, dice Antígona, es nuestro deber enterrarlo pues tenemos que respetar su dignidad como ser humano. No, dice Creonte, porque un traidor altera sus derechos y el significado de concederle un entierro tradicional no se les escaparía a los súbditos.

El teatro como ventana a la verdad

Y así como sucede en cada montaje de esta historia, el clímax del conflicto llega en el momento en que Antígona viola las leyes en vigor decidiendo por mano propia enterrar a su hermano. Adrián Ladrón interpreta con obvio placer a un Creonte de la marca Trump (tirano infantil sediento de aceptación popular) que quiere saber qué ha motivado el delito de Antígona para castigarla como merece. Es entonces cuando la puesta en escena se permite un truquillo: un código del pasado que trae a las tablas un escenario teatral donde los personajes pueden experimentar, tal como realmente sucedió, lo que antes no habían visto. El teatro como ese espacio para el esclarecimiento, una ventana semiabierta hacia la verdad, de eso se trata la “Antígona” de Gaitán.

Es así como al final, cuando el coro de tebanos jóvenes, ya harto de Creonte, se aproxima al público siguiendo a Antígona, símbolo resurrecto de la revolución del pueblo. En Sófocles, la hija del rey actúa obedeciendo a leyes universales y por ello correctamente, pero su obstinación acarrea mayores padecimientos y multiplica los cadáveres. Esa es la ambivalencia de la tragedia. En la versión de Gaitán se empuñan banderas y nacen héroes. Esa es la estética política.

Antígona
Adaptación y dirección: David Gaitán
Producción: Mishell Ordóñez
Asistencia: Andrea Celeste Padilla Gutiérrez
Escenografía: Auda Caraza y Atenea Chávez
Iluminación: Matías Gorlero
Con el apoyo de FONCA (Sistema Nacional de Creadores de Arte/Creadores Escénicos con Trayectoria)
Elenco: Marianella Villa, Adrián Ladrón, Haydeé Boetto, Alan Uribe Villarruel, Ana Zavala, Guillermo Nava y Mishell Ordóñez
Duración: 100 min

 

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