¡Más luz! 

Por Leonard Haverkamp

Versión en español por Margarita Borja

Heidelberg, 10 de febrero de 2024. Con el peso de cuatro muros de tablas sobre los hombros, la brillante performer chilena Ébana Garín le da voz a una casa. Es la casa de Don Dago en la isla de Chiloé en la Patagonia chilena. Su dueño no tuvo más remedio que echarla pa’ bajo y la casa nos cuenta desde su perspectiva cómo se fue desmoronando. Al final de la escena la artista deja caer el torso y como una ruidosa cascada los maderos caen al suelo. Son fragmentos de una casa que ya no lo es. Durante mucho tiempo en Chiloé se mantuvo la tradición de la minga: cuando alguien se mudaba de casa, la comunidad le ayudaba a llevársela consigo, incluso si eso significaba transportarla a través de agua. Este tipo de apoyo comunitario donde el dinero no tiene lugar es típico de comunidades indígenas en toda la región. Se trata de la alegría de estar juntos, de ayudarse y apoyarse en comunidad con diferentes fines, de acuerdo a las necesidades de cada uno. Pero Don Dago les contó a los artistas chilenos que ya nadie tiene tiempo para mingas, que hoy “cada uno mata su chancho”. Además, los nativos han emigrado expulsados por la gentrificación. 

Fascinados por la casa en ruinas de Don Dago, y por la idea de que las casas solían transportarse, el Colectivo Cuerpo Sur ha montado una minga en escena y, mientras las tablas se arrastran de un lado a otro o se elevan colgadas de ganchos, reflexionan sobre el hogar, la memoria y la migración forzada.

Donde caen las paredes

Tablas sobre tablas. Ébana Garín trae pila tras pila de tablas al escenario: golpea una contra otra y su sonido retumba en este antigua sala teatral de Heidelberg que logró resistir la furia de los fragmentos desplazados que a veces caían, otras flotaban, otras se revolvían en el piso con la artista recostada sobre ellos, como si nadara en un mar de madera. 

Pero a pesar de su poderosa presencia, Ébana Garín Coronel no está tan sola. Transforma su voz en la voz de los otros para llevarnos a lugares de su memoria: la conversación con Don Dago, la conversación con su madre: la performer recuerda cuando tenía cuatro años y su madre, cigarrillo en la boca, le pregunta qué había decidido meter en su maleta: era 1988 en Chile y la persecución de la dictadura los obligó a exiliarse y refugiarse en Ecuador. A la performer acompañan además las imágenes que se proyectan al fondo del escenario: la casa de Don Dago en medio del paisaje, desplomada como si hubiera caído de rodillas. La tiró abajo su propio dueño, con un tractor, explica, una soga alrededor de la fundación. La obligaron los nuevos “dueños” de la isla que con todo su dinero quieren comprar el lujo del hermoso paisaje. Don Dago y su mujer se resistieron a venderles su casa. Al final, les informaron que pasarían un cable de electricidad justo por la mitad de la casa. Les dejaron sin opción. De todas maneras, la esposa de Don Dago ya no reconocía a nadie cuando salía a pasear, al mercado. La comunidad se había dispersado, el tejido deshilachado, los habitantes nativos desplazados. 

La fascinación por la casa en ruinas y la historia de Don Dago se comprende desde la historia de exilio vivida por la misma performer cuando aún niña abandonó su Chile natal para establecerse en Ecuador, y unos años más tarde, con el regreso de la democracia a Chile, volverse a mudar. Ébana Garín recuerda a su madre demoliendo con sus propias manos las paredes de la casita de campo en Ecuador: ¡Más luz! Para que entre más luz, decía. No necesitamos estas paredes para colgar cosas de otros sino luz para pintar nuestros propios cuadros.

Desarraigo  

“Minga de una casa en ruinas” se puede comprender como una exploración desde los objetos, el cuerpo y la memoria de la realidad de un continente devastado por la migración forzada, donde las prácticas comunitarias y el sentimiento de pertenencia están desapareciendo para dejar tan solo la soledad de quien está lejos y ni siquiera ha podido llevarse su casa. Una casa que es mucho más que una pila de tablas (pero también es eso, ese territorio que te vio nacer, esas paredes que te escucharon jugar, llorar). La casa fragmentada, ruidosa, agonizante que Colectivo Sur sube al escenario está llena de posibilidades, no sólo semánticas y narrativas sino estéticas. 

Bajo las tablas que cuelgan del techo enganchadas a lo largo de cables (recuerdan al móvil sobre la cuna de un bebé), o se transportan en plataformas con ruedas, o se apilan y arrastran rasguñando el piso, Ébana Garín va en busca del tiempo perdido. Es esa nostalgia romántica de las ruinas, la añoranza de un pasado de comunidad y minga. Y ese aferrarse a los escombros, a objetos condenados a ser inservibles por un mundo donde todo es dispensable, nos devuelve al alma de las cosas.

 

Minga de una casa en ruinas
Colectivo Cuerpo Sur

Estreno alemán

Dirección e investigación: Ébana Garín Coronel y Luis Guenel Soto / Dramaturgia y actuación: Ébana Garín Coronel / Producción: Colectivo Cuerpo Sur / Diseño integral: Ricardo Romero Pérez / Composición y diseño sonoro: Damián Noguera Berger / Asistentes de diseño: Montserrat Fonseca Llach / Asistencia técnica: Nicolás Zapata Soto / Agente y representante internacional: Loreto Araya / Co­ producción: PAFFF/Arcadia Fryslan – Países Bajos / Colaboran: CECREA – Castro, Centro NAVE, Beursschouwburg, Bruselas – Bélgica
Duración: 50 min

 

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