El cuerpo no olvida

Por Margarita Borja

Heidelberg, 7 de febrero de 2024. Hipnotiza el ir y venir de ese Sísifo sobre las tablas. Corriendo de un lado a otro empujando un trapo mojado con las manos y el torso desnudos. Conforme va agotando sus fuerzas, una desesperación contagiosa se va apoderando de él. Cae de rodillas, gime, grita, pero no hay quién le escuche. El escenario está vacío y su trabajo es borrar las huellas de lo que ocurre, mientras el otro performer permanece sentado ante un televisor encendido, al margen del escenario, distante, ajeno a la realidad. Sabemos lo que está transmitiendo ese televisor: noticias tan confusas y desconectadas de la realidad que se prestan para la genial parodia que de ellas hacen los hermanos Saavedra. Ante una mesa, micrófono en mano y expresión de concentrada intelectualidad, el periodista dice: “Papi, papi, papi, papi”. El entrevistado responde: “Papi, papi, papi, papi, papi”. Y cuando un presentador de televisión se para en medio del escenario a hablar en una mezcla absurda e hilarante de lenguas (francés, italiano, japonés, alemán, español) reconocemos inmediatamente ese periodismo hecho de palabras y show, sin sustancia ni realidad: distracción.

Distracción y justificación de una realidad inaceptable pero que al pueblo no le queda otra opción que aceptar. Esta “normalización” de la crisis es una estrategia de Gobiernos fallidos ante el colapso de sus sistemas (véase el concepto de "Hipernormalización" de Alexei Yurchak en el contexto de los últimos días de la Unión Soviética). 

Y es justamente desde el arte que se puede despertar a la gente de esta hipnosis colectiva y permitirle expresar el dolor, la frustración generada por esta situación de esquizofrenia. Dirigida por la legendaria artista cubana, Nelda Castillo, esta performance de los hermanos César y Lázaro Saavedra se presentó en Heidelberg ante un público que llenó la sala.

H de hambre, E de Estado, O de obediencia, R de represión 

Los agudos problemas actuales de Cuba se los va enumerando en un alfabeto de crisis que abre algunas escenas de la obra. El sistema de salud ha colapsado, la gente muere (incluso los niños) porque no hay medicinas ni lo básico para hacer ni la más simple cirugía. Al que trabaja se le paga en una moneda con la cual no le alcanza para nada. Aumenta la represión. Cientos de miles de cubanos abandonan la isla, especialmente los jóvenes. Los artistas creadores, performers y bailarines César y Lázaro Saavedra aún viven en Cuba, y fue toda una odisea lograr tramitar su visa para que pudieran asistir al festival ¡Adelante! en Alemania. El Estado teme, con razón, que la gente que logra salir no regrese. 

Con gafas negras, postura muy erguida como dos serios guardaespaldas (guardianes de la verdad), los hermanos se paran en medio del escenario donde han construido un espacio para colocar un micrófono. No hay nadie hablando ante el micrófono, sólo las voces de los que se han ido llenan el silencio de la sala erizándonos la piel. Escuchamos fragmentos de voces que nos llegan desde las rutas de migración: desde la pesadilla del Tapón de Darién, desde el mar, desde la sed, el miedo, el dolor de la despedida. ¡Al agua! dice una voz ahogada por el temor, e imaginamos la destartalada barca con la que esperan llegar vivos a las costas estadounidenses. 

Narrar desde la memoria del cuerpo

Arrobados ante la potencia de la expresión corporal de ambos performers en escena al ritmo de todo tipo de música, en español, inglés, alemán, metal, tecno, pop, reguetón, nos resultan evidentes las palabras de la directora sobre el trabajo corporal que está en el centro de sus procesos artísticos. Si se quiere hablar de Cuba no se puede hablar desde la memoria histórica (la historia la escriben los vencedores, nos recuerda Castillo) sino que debemos ir a una fuente que no miente y que todo lo recuerda: el cuerpo. En el conversatorio con los artistas al finalizar la obra, Nelda Castillo nos cuenta además que su agrupación El ciervo encantado lleva el teatro también a las calles de La Habana pues quieren provocar e invitar a la reflexión y reconexión con los verdaderos sentimientos. Los permisos para usar el espacio público obviamente nunca se aprueban, así que los artistas se han metido en más de un problema: todavía recuerdan el terror del interrogatorio una vez que se los llevó la policía y el temor ante las amenazas que recibieron.

De represión nos habla justamente uno de los momentos más fascinantes de este performance, cuando Lázaro Saavedra parodia el lenguaje corporal del torero para imitar el impactante discurso del escritor español Unamuno contra el franquismo. Abanico en mano, mostrando ostensiblemente los dientes, el performer vocaliza las palabras de las voces en off. Desde la Universidad de Salamanca en octubre de 1936 nos llega una reproducción tardía de las valientes y afiladas palabras atribuídas a Unamuno en su legendario discurso, dichas entonces contra el fascismo (al que inicialmente había apoyado), perfectamente aplicables al totalitarismo de izquierda de hoy y siempre, y a la actual situación que está viviendo Cuba y sus artistas: “Ya sé que estáis esperando mis palabras, porque me conocéis bien y sabéis que no soy capaz de permanecer en silencio ante lo que se está diciendo. Callar, a veces, significa asentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia [...] No puede convencer el odio que no deja lugar a la compasión, ese odio a la inteligencia, que es crítica y diferenciadora, inquisitiva (mas no de inquisición).” Entonces estremece el teatro la famosa réplica del militar fascista Millán-Astray: “¡Muerte a los intelectuales! ¡Viva la muerte!”. 

Ante la represión y la normalización de una situación desesperada, ante la manipulación mediática, ante el horror de la migración forzada o del encierro desesperanzado, los artistas cubanos recurren al cuerpo, un lenguaje universal, un espacio propio de libertad. Así lo experimentamos en la danza frenética de César Saavedra donde su cuerpo se duplica en la pared de fondo, una silueta negra recortada en el brillo azul de una pantalla “sin señal”, desconectada del mundo, muda. Como si exorcizara demonios, entre el breakdance y el ballet, el performer escenifica su lucha, su frustración que se va colando bajo la piel del público. Son sencillos los medios de los que se valen los artistas de El ciervo encantado. El impacto, enorme.

 

Normalización
El Ciervo Encantado

Estreno europeo

Dirección general: Nelda Castillo / Equipo: Lázaro y César Saavedra Nande / Asesor: Mariela Brito / Iluminación: Hermes Vergara, Alberto Gutiérrez / Produc­ción: El Ciervo Encantado
Duración: 55 min

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