No queremos su compasión

Por Georg Kasch

Versión en español por Margarita Borja

Heidelberg, 7 de febrero de 2024. ¿Ser o no ser?, intenta preguntarse Jaime Cruz incómodamente apoyado en unos escalones en un intento de imitar la imponente actuación de Laurence Olivier cuya imagen llena la pantalla de fondo: su mirada clavada en la distancia, su extraña postura sobre una gran roca, un frío clasicismo en la voz. Entonces aparece un compañero de Jaime, Álvaro Toledo, y le exige que pare de copiar a otros y haga su propia cosa. De una patada se deshace de esos inútiles escalones. Entonces Cruz se lanza a explorar desde su propia perspectiva este monólogo, quizá el más conocido de la literatura universal. Las voces de sus compañeros se suman a la tarea, recitan, saborean las frases, se escuchan. Y cuando Hamlet enumera las penurias de la vida, los actores peruanos expresan las suyas: insultos, problemas amorosos, la tardanza de sus derechos… Los artistas se apropian así del texto, trayéndolo al mundo de hoy, adaptándolo a sus experiencias que han sido marcadas por su situación de discapacidad.

¿Necesitamos todavía los clásicos, el cánon? Esta pregunta aún acecha en varios debates sobre teatro alemán. Desde Perú surge una clara respuesta: Teatro La Plaza nos demuestra con su "Hamlet" que las posibilidades de diálogo e interpretación de un clásico son ilimitadas, incluso de uno ya tan manoseado como el drama shakespeariano. Ocho actores y actrices con trisomía 21 han analizado las escenas claves y las han probado en su propia identidad como si fuesen vestidos. Les quedan como hechos a la medida. Con una buena dosis de autoironía, los intérpretes se presentan, señalan sus peculiaridades a la hora de actuar, un tartamudeo por aquí, una pronunciación lenta por allá, nos advierten (porque conocen nuestras limitaciones): “¡Tengan paciencia! Reláááájense. Y si les dan ganas de irse, pues se van nomás.”

Pero a nadie se le ocurre hacerlo pues este “Hamlet” es una fiesta teatral de primera. Cuando Teatro La Plaza visitó por primera vez el festival ¡Adelante! en 2017, su obra “La cautiva” resultó algo opaca y sobrecargada de emocionalidad. Sorprende encontrarnos con la misma directora, la legendaria Chela de Ferrari, ahora a cargo de una obra que hechiza al público con imágenes frescas y grandiosas. Y esto a pesar de que el escenario está casi vacío: un par de ropas colgadas, mesa, silla, un par de accesorios. Por supuesto, una calavera. Mediante el uso diestro y creativo de iluminación, vídeos y proyecciones alternadas con actuaciones que van de lo paródico a lo auténtico, surgen escenas de una calculada belleza magistral y otras de vibrante espontaneidad.

El proceso de apropiación del material los ha llevado a interpretar momentos cómicos como trágicos, y revertir lo trágico en comedia. Así por ejemplo sucede con las advertencias de Polonio a su hija Ofelia. Aquí no habla un padre preocupado a su hija, sino un padre preocupado neurotípico a su hija discapacitada a quien repite: “Tú eres especial, no eres como el resto, eres una chica especial”. O en “La ratonera”, esa escena esencial para comprender el poder del arte, cuando la obra de unos cómicos es utilizada por Hamlet para descubrir si Claudio es realmente el culpable de la muerte de su padre: “Esta representación ha de ser el lazo en que se enrede la conciencia del Rey”. En la versión de Chela de Ferrari, unos decorados bucólicos descienden al escenario donde los intérpretes aparecen en disfraces históricos. Entonces invitan al público a participar en la obra: dos serán árboles, una la luna y otra quien vierta el veneno en la oreja del rey. Pero tras un primer ensayo los actores están descontentos: ¡algo no anda bien! Se reúnen a debatirlo y se dan cuenta del problema: los invitados actúan neurotípicamente. Así que les enseñan cómo se hace: los árboles tienen que bailar y bambolearse, a la luna le hace falta gestualidad en el rostro, el veneno hay que echarlo con ganas. Ahora sí el público ríe a carcajadas que se intensifican cuando los actores invitados intentan hacer lo que se les ha indicado. De repente estamos ante una comedia teatral hilarante pero que al mismo tiempo nos hace conscientes de una realidad: esa presión que se ejerce sobre las personas con discapacidad para obligarlas a adaptarse al comportamiento y manera de ser y de actuar del resto.

Pero la velada también se caracteriza por muchos momentos tranquilos, reflexivos y tiernos. En una escena, las tres Ofelias nos cuentan sus sueños: amor, independencia, maternidad. Y sólo cuando escuchamos la descripción concreta de sus ilusiones nos damos cuenta de los límites a los que se enfrentan estas fantasías que en este espacio artístico pueden soñarse libres del espacio y del tiempo. Nos acercamos al final de “Hamlet” y llega la hora de morir. Lucas Demarchi hace su gran entrada interpretando a los personajes que ha escogido encarnar: Horacio y la Muerte, que para él son uno. En la proyección de vídeo de fondo, lo vemos bailar virtuosamente ondeando una larga cinta blanca. En escena, acerca la calavera al filo del escenario y la coloca ante el reflector para que se ilumine intensamente. Entonces pregunta: ¿Qué deseas decir o hacer en el momento antes de morir? El público, hipnotizado, se responde en silencio. 

La obra termina dinámica y potente. Los ocho intérpretes que sobre el escenario mostraron su fortaleza y vulnerabilidad, y nos hablaron de los obstáculos con los que tienen que lidiar desde un complejo lenguaje artístico rico en significados, nos dicen firmemente:  “No queremos su compasión”. Entonces se acercan al filo del escenario y nos muestran el dedo medio, y tras haber recibido nuestro merecido nos invitan a bailar con ellos en una gran fiesta en la que compartimos su espacio. El público no para de aplaudir, de bailar y sonreír, ya no con distancia paternalista sino con empatía, admiración y gratitud por esta inolvidable velada.  

 

Hamlet
Teatro La Plaza

Estreno alemán

Dramaturgia y dirección: Chela De Ferrari / Dirección y dramaturgia adjunta: Jonathan Oliveros, Claudia Tangoa, Luis Alberto León / Elenco: Octavio Bernaza, Jaime Cruz, Lucas Demarchi, Manuel García, Diana Gutierrez, Cristina León Barandiarán, Ximena Rodríguez, Álvaro Toledo / Entrenamiento vocal: Alessandra Rodríguez / Coreografía: Mirella Carbone / Visuales: Lucho Soldevilla / Diseño de luz: Jesús Reyes / Directora de escena: Allyson Espinoza / Luz: Andrés Nunton / Sonido: Jhosimar Sullon / Video: Kevin Yupanqui / Tour Manager: Roxana Rodriguez Producción: Teatro La Plaza / Coordinaciones y acompañamiento del elenco: Rocío Puelles
Duración: 95 minutos

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